Esta jornada, el cantante Zalo Reyes falleció a los 69 años producto de las complicaciones derivadas de una diabetes, enfermedad que arrastraba desde 2008. La noticia fue confirmada por la familia del cantante en su cuenta de Instagram.
“A nombre de mi padre les comento que hace un momento, acaba de dejar de existir !!! Acompañado de nosotros y de todas sus oraciones con tanta buena energía !!!! Lo hizo en el sueño y sin sufrir …. solo nos queda agradecer tanto cariño y admiración durante estos 40 años de éxitos!”.
Zalo Reyes, ícono de los cantantes populares de los 80, en rigor llegó al mundo con otro nombre. Boris Leonardo González Reyes, nació en Santiago, el 3 de noviembre de 1952. En rigor, es oriundo de la comuna de Conchalí, la cual le valió el apodo con que sería recordado a posterioridad. Fue hijo de un taxista, era el menor entre cuatro hermanos de una familia de estrato popular. Raigambre que no perdería nunca y se encargaría de siempre dejar muy en claro.
Reyes fue uno de los primeros ídolos realmente populares de la música chilena que aprovechó el boom de la TV para amplificar aún más su figura. Hizo sus primeras armas en Conchalí, donde ganó un Festival de centro de madres, en 1967.
Fue durante su servicio militar, en los buques de la Armada de Chile, donde nació su particular apodo. Debido a que existía otro cadete de apellido González, a Boris lo apodaron “Gonzalito”. Luego, se acortaría a “Zalito”, y finalmente, “Zalo”.
Ya en los 70, inició su trayectoria apoyado en un repertorio de canciones de Lucho Gatica. Poco a poco comenzó a tener material propio y en 1976, mientras se presentaba en quintas de recreo, lo vieron los productores de las grabadoras IRT y EMI-Odeon, Roberto Inglez y Jorge Oñate. Asombrados, le ofrecieron un contrato discográfico. Desde un principio se notaba su estilo, cercano a la canción romántica, popular y de alta sensibilidad. La llamada “Canción cebolla”. Lacrimosa, pero altamente masiva.
Su primer single fue Una lágrima y un recuerdo (1978), del compositor José Barette popularizada por el grupo mexicano Miramar. Fue un hitazo y vendió más de sesenta mil copias. Pero después vendría la inmortal Con una lágrima en la garganta (1979), de Roberto Livi. En ambas llevó la fórmula de bolero tocado con instrumentos del rock, que habían introducido Los Ángeles Negros, o los argentinos Leo Dan o Yaco Monti.
Con esas canciones pasó a ser un ídolo de masas, en tiempos en los que canción popular se tomaba el dial AM de las radios y el rock se encontraba en un puesto más bien secundario.